miércoles, 7 de agosto de 2013

REFLEXIÓN - REPORTAJE A DIOS



Con mi título de periodista recién obtenido, decidí realizar una gran entrevista, y mi deseo fue concedido, permitiéndoseme una reunión con Dios.

"Pasa", me dijo Dios, "¿así que quieres entrevistarme?". 

"Bueno", le contesté, "si tienes tiempo...".

Se sonrió por entre la barba y dijo: "Mi tiempo se llama eternidad y alcanza para todo; ¿qué preguntas quieres hacerme?".
"Ninguna nueva ni difícil para ti: ¿Qué es lo que más te sorprende de los hombres?". Y dijo: "Que se aburren de ser niños apurados por crecer, luego suspiran por regresar a ser niños. Que primero pierden la salud para tener dinero y enseguida pierden el dinero para recuperar la salud. Que por pensar ansiosamente en el futuro descuidan su hora actual, con lo que no viven ni el presente ni el futuro. Que viven como si no fueran a morirse, y se mueren como si no hubieran vivido, y pensar que Yo...".

Con los ojos llenos de lágrimas y la voz entrecortada dejó de ha­blar. Sus manos tomaron fuertemente las mías y seguimos en si­lencio.

Después de un largo tiempo en silencio, le dije: "¿Me dejas hacer­te otra pregunta? Como Padre, ¿qué es lo que le pedirías a tus hijos?". No me respondió con palabras sino con su tierna mirada. 

-"Que aprendan que no pueden hacer que alguien los ame, lo que sí pueden hacer es dejarse amar.

Que aprendan que toma años construir la confianza, y sólo segun­dos para destruirla.

Que lo más valioso no es lo que tienen en sus vidas, sino a quién tienen en sus vidas.

Que no es bueno compararse con los demás, pues siempre habrá alguien mejor o peor que ellos.

Que rico no es el que más tiene, sino el que menos necesita. 

Que aprendan que deben controlar sus actitudes, o sus actitudes lo controlarán.

Que bastan unos solos segundos para producir heridas profundas en las personas que amamos, y pueden tomar años en ser sanadas. 

Que aprendan que a perdonar se aprende practicando.

Que hay gente que los quiere mucho, pero que simplemente no sabe cómo demostrarlo.

Que aprendan que el dinero lo compra todo menos la felicidad.

Que a veces cuando están molestos tienen derecho a estarlo, pero eso no les da derecho a molestar a quienes los rodean. 

Que los grandes sueños no requieren de grandes alas, sino de un tren de aterrizaje para lograrlos. 

Que los amigos de verdad son tan escasos que, quien ha encontrado uno, ha encontrado un verdadero tesoro. 

Que no siempre es suficiente ser perdonado por los otros, algunas veces deben perdonarse a sí mismos. 

Que aprendan que son dueños de lo que callan y esclavos de lo que dicen. 

Que lo que siembran cosechan, si siembran chismes cosecharán intrigas, si siembran amor cosecharán felicidad. 

Que aprendan que la verdadera felicidad no es lograr sus metas, sino ser feliz con lo que tienen. 

Que aprendan que la felicidad no es cuestión de suerte, sino producto de sus decisiones. Ellos deciden ser felices con lo que tienen, o morir de envidia y celos por lo que les falta y carecen. 

Que sin importar las consecuencias, aquellos que son honestos consigo mismos llegan lejos en la vida. 

Que cuando un amigo llora con ellos encuentran la fortaleza para vencer sus dolores. 

Que aprendan que querer y amar no son sinónimos, sino antónimos, el querer lo exige todo, el amar lo entrega todo. 

Que nunca harán nada tan grande para que Dios los ame más, ni tan malo para que los ame menos, simplemente los ama, a pesar de sus conductas. 

Que aprendan que la distancia más lejos que pueden estar de mí es la distancia de una simple oración". 

Y así, en un encuentro profundo, tomados de las manos, continuamos en silencio. ¿Será posible que alguna vez aprendamos?


Agradecemos esta aportación a Romina Temperini

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